Los estudios de Turismo en España
iniciaron su andadura como enseñanzas especializadas hace más de medio siglo.
En 1957 comenzaron a crearse las escuelas de Turismo por medio de la iniciativa
privada, la mayoría de las cuales se integraban en la Federación
Española de Escuelas de Turismo, Anestur, “a través de la cual se cargaban y
distribuían energías, se mantenía una misma ruta de navegación, se discurría
una filosofía común, se dialogaba y pactaba con la Escuela Oficial de Turismo
[que las otorgó el rango de oficiales en 1963] y los ministerios, se deliberaba
en congresos y asambleas, se publicaban noticias y mociones científicas, etc.,
en suma, se rendían los servicios matrices que precisaban las enseñanzas
turísticas y las escuelas de entonces para la protección de sus bienes,
derechos, obligaciones y riesgos” (Marcelino Castillo Néchar, Félix Tomillo
Noguero y Francisco José García Gómez. 2010. Principales tendencias de la investigación turística en España y Europa.Servicio de Publicaciones de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, UEMC.Valladolid).
Desde 1963 se impartió el título de
Técnico de Empresas Turísticas (TET) bajo las directrices establecidas por la
Escuela Oficial de Turismo de Madrid. Y en 1980 se establece el plan de
estudios oficial de las enseñanzas turísticas especializadas de Técnico de
Empresas y Actividades Turísticas, TEAT, que obtenían la consideración de
equivalentes a diplomatura universitaria a efectos exclusivamente profesionales.
Escuela Superior de Turismo de Valladolid, 1967-2004 (sede calle Don Sancho). |
En 1996 los estudios de Turismo se incorporan
a la universidad y, reconvirtiendo el TEAT, se instaura el título oficial
universitario de Diplomado en Empresas y Actividades Turísticas, DEAT. Ese
mismo año se regula el título de Diplomado en Turismo, DT, que comienza a
impartirse en el curso inmediatamente siguiente. Y hasta la implantación del Espacio
Europeo de Enseñanza Superior (EEES), que comienza en 2008-2009, conviven ambos títulos
oficiales, siempre expedidos por las universidades, bien por impartirlos ellas
mismas o por hacerlo las escuelas de toda la vida que por aquel entonces
estaban obligadas a adscribirse, asociarse o ser reconocidas por alguna
universidad.
La incorporación de los estudios de
Turismo a la universidad “fue una sorpresa desagradable, intempestiva y
extemporánea”, según afirmaba Félix Tomillo Noguero en una entrevista en 2011.
“Las escuelas pidieron infructuosamente a los Gobiernos de Felipe González y de
José María Aznar que pudieran competir con los advenedizos centros
universitarios al modo que terminaría asentándose en numerosos países europeos
y que propiciaba, basándose en las competencias de unos y de otros, la
convivencia y complementariedad entre los institutos politécnicos o universities of applied sciences (las escuelas de entonces), por un lado, y las research universities
(por ejemplo, la Universidad de Valladolid), por otro.”
Anestur presagiaba que las enseñanzas turísticas se corromperían y
se esfumaría la flexibilidad y el contacto con el mundo profesional y
empresarial. Además, se denunciaba una visión estática del turismo, una
concepción abrumadoramente económica y un enfoque excéntrico de oferta y
demanda, que constituían pilastras angulares del armazón genérico y simplista
de las damnificadas enseñanzas turísticas que gestionaría la universidad.
En
definitiva, la universidad española –“con tendencia a la fagocitación de las
carreras superiores extrauniversitarias”- no aportó nada a los estudios de
Turismo en ese momento porque sus profesores (muchos reciclados de carreras en
declive) carecían de “episteme turística” y porque la multidisciplinariedad de
los propios estudios acabaría por diluir su propia especificidad entre decenas
de carreras. Esta circunstancia obliga a fomentar la verdadera especialización
en los estudios de postgrado (máster y doctorado), como afirmaba Manuel
Figuerola en una de las ponencias del XL Congreso Nacional y I Internacional de Escuelas de Turismo de Anestur de julio de 2004 organizado por la Escuela Superior de Turismo de Valladolid en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC): “Junto a las materias
que tratan las ciencias económicas, desde la teoría a la política, se
desarrollan otras materias que tienen que ver con los inventarios de recursos
que existen en el territorio, o con las ciencias jurídicas y sociológicas. Ello
supone, que el alumnado en poco tiempo se enfrentará con numerosas áreas del
saber, sin casi capacidad para profundizar en su contenido.”
Logotipo del congreso celebrado en la UEMC de Valladolid en 2004 |
En
la universidad -insiste Félix Tomillo Noguero en “Principios y Fundamentos de
la Teoría del Turismo” (de 2007, revisado en 2013) perteneciente a los ‘apuntes del doctorado’ en Turismo de la Universidad Nebrija de Madrid- “Los neófitos y altaneros profesores harían una
contribución científica, pero desde un prisma ciertamente no turismológico o
teorológico; estudiaron lo turístico desde la óptica exclusiva y excluyente de
la economía, la geografía, el derecho, la ecología, la sociología, etc., aislados
del resto de la ciencia, lo cual pudo servir, en el mejor de los casos, para
aumentar el conocimiento de sus disciplinas, pero no el conocimiento turístico.
[…] Y es que no es lo mismo construir ciencia desde el marco teórico
multidisciplinar de la turismosofía o teorosofía (que
es lo que se hizo hasta la incorporación de la universidad), que producir Turismo
desde el ángulo unidimensional o monográfico de una disciplina (que es lo que
se hizo después).”
Autores
de producción científica desde las Escuelas de Turismo como Fernández Fúster,
Fernández Álvarez, Arrillaga, Lavaur, Ortuño Martínez o el propio Figuerola “fueron
víctimas del ostracismo” y solo sonaban a “nuevos docentes, no por lo que
publicaron antaño durante la etapa de la escuela oficial, sino por lo que han
publicado desde la integración de los estudios en la universidad”.
En
esta apología de la construcción de un corpus científico propiamente turístico,
Félix Tomillo Noguero concluía que “si la gente sabe lo que es el turismo, mejorarán,
entre varias cosas más, el respeto y la valoración social de sus
profesionales”. Para ello, es necesario, entre otras cosas, el uso riguroso de
la terminología turística ya no solo en el ámbito educativo, sino también en el
profesional, en la administración pública, etc. “El empleo del vocabulario
especializado de las profesiones turísticas […] ilumina lo que es el turismo y
lo rescata de la oscuridad, desarrolla la capacidad intelectual, científica y
técnica, optimiza y universaliza la transferencia de conocimientos, crea
espíritu, identidad e instituciones corporativas, pone orden en el ejercicio
profesional, y defiende los intereses comunes tanto de quienes estudian Turismo
(en formación profesional, en enseñanza superior de grado, o en enseñanza universitaria
de postgrado), como de los profesionales de la industria, de los docentes, investigadores, etc.”
“La consabida endogamia de la universidad, sindicada con
su manida prepotencia y engreimiento, cegó a la institución con el caramelo que
le regaló el Gobierno socialista [el real decreto de 1996 se promulga dos días
después de la derrota de Felipe González a manos de José Mª Aznar] y que el
Gobierno popular no se atrevería después a reivindicar; la golosina consistía
en resituar libérrimamente a aquellos profesores suyos cuya desubicación iba acreciendo
a pasos agigantados, y cuyas funciones peligraban cada día más por el agotamiento
del trabajo. El hecho es que una treintena de universidades públicas aprovecharon
la dádiva o regalía para transvasar a esos docentes en riesgo de exclusión al claustro de una ludum aperire (‘escuela de nueva apertura’) o de una titulación de
turismo, lanzadas a bombo y platillo, como si las universidades acabaran de inventar
la educación superior en turismo. No importaba que una apertura tal sepultara alguna
escuela privada –veterana, adolescente o niña– con la consiguiente irresponsabilidad
de derrochar su sapiencia y recursos humanos, y de violar o quebrantar el patrimonio
de sus titulares.”
De hecho, “el Real Decreto representaba –y nos
afanamos por ser comedidos en la calificación– un empitonamiento mortal de
necesidad. Y lo cierto es que medio centenar de escuelas deambularían como alma
en pena por un corredor de la muerte; al
final, los perdonados fueron menos de la mitad y las ejecuciones duraron más de
un septenio.”
Logotipo de ANESTUR |
Llegados
a este punto, el lector puede estar ya cansado de escuchar críticas negativas
sobre la incorporación de los estudios de turismo a la universidad y con toda
la razón se puede preguntar cuál habría sido la mejor solución. Según Félix
Tomillo Noguero, “nuestras universidades tendrían que haberse encargado de los
estudios conducentes a la docencia e investigación del turismo (máster de
formación de profesores, máster de formación de investigadores y doctorado) y nuestras
escuelas tendrían que haber seguido guiando los estudios enfocados al ejercicio
de las profesiones turísticas (grado, máster profesional y máster de formación
de consultores).
Entre los cursos 2008-2009 y 2010-2011
se implantaron las titulaciones de grado en el marco del Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES), entre las que se encontraba el Grado en Turismo y
otros grados afines (con el EEES ya no existe un catálogo cerrado de títulos). En
relación a la situación de los estudios de turismo se preguntaba (y respondía) Félix
Tomillo Noguero precisamente en 2010: ¿Va
a remediar algo de eso el actual diseño del EEES español? Nada.