sábado, 12 de noviembre de 2016

El condenado viaje de los estudios de Turismo en España (I)


Los estudios de Turismo en España iniciaron su andadura como enseñanzas especializadas hace más de medio siglo. En 1957 comenzaron a crearse las escuelas de Turismo por medio de la iniciativa privada, la mayoría de las cuales se integraban en la Federación Española de Escuelas de Turismo, Anestur, “a través de la cual se cargaban y distribuían energías, se mantenía una misma ruta de navegación, se discurría una filosofía común, se dialogaba y pactaba con la Escuela Oficial de Turismo [que las otorgó el rango de oficiales en 1963] y los ministerios, se deliberaba en congresos y asambleas, se publicaban noticias y mociones científicas, etc., en suma, se rendían los servicios matrices que precisaban las enseñanzas turísticas y las escuelas de entonces para la protección de sus bienes, derechos, obligaciones y riesgos” (Marcelino Castillo Néchar, Félix Tomillo Noguero y Francisco José García Gómez. 2010. Principales tendencias de la investigación turística en España y Europa.Servicio de Publicaciones de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, UEMC.Valladolid).

Desde 1963 se impartió el título de Técnico de Empresas Turísticas (TET) bajo las directrices establecidas por la Escuela Oficial de Turismo de Madrid. Y en 1980 se establece el plan de estudios oficial de las enseñanzas turísticas especializadas de Técnico de Empresas y Actividades Turísticas, TEAT, que obtenían la consideración de equivalentes a diplomatura universitaria a efectos exclusivamente profesionales.

Escuela Superior de Turismo de Valladolid, 1967-2004 (sede calle Don Sancho).

En 1996 los estudios de Turismo se incorporan a la universidad y, reconvirtiendo el TEAT, se instaura el título oficial universitario de Diplomado en Empresas y Actividades Turísticas, DEAT. Ese mismo año se regula el título de Diplomado en Turismo, DT, que comienza a impartirse en el curso inmediatamente siguiente. Y hasta la implantación del Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES), que comienza en 2008-2009, conviven ambos títulos oficiales, siempre expedidos por las universidades, bien por impartirlos ellas mismas o por hacerlo las escuelas de toda la vida que por aquel entonces estaban obligadas a adscribirse, asociarse o ser reconocidas por alguna universidad.

La incorporación de los estudios de Turismo a la universidad “fue una sorpresa desagradable, intempestiva y extemporánea”, según afirmaba Félix Tomillo Noguero en una entrevista en 2011. “Las escuelas pidieron infructuosamente a los Gobiernos de Felipe González y de José María Aznar que pudieran competir con los advenedizos centros universitarios al modo que terminaría asentándose en numerosos países europeos y que propiciaba, basándose en las competencias de unos y de otros, la convivencia y complementariedad entre los institutos politécnicos o universities of applied sciences (las escuelas de entonces), por un lado, y las research universities (por ejemplo, la Universidad de Valladolid), por otro.”

Anestur presagiaba que las enseñanzas turísticas se corromperían y se esfumaría la flexibilidad y el contacto con el mundo profesional y empresarial. Además, se denunciaba una visión estática del turismo, una concepción abrumadoramente económica y un enfoque excéntrico de oferta y demanda, que constituían pilastras angulares del armazón genérico y simplista de las damnificadas enseñanzas turísticas que gestionaría la universidad.

En definitiva, la universidad española –“con tendencia a la fagocitación de las carreras superiores extrauniversitarias”- no aportó nada a los estudios de Turismo en ese momento porque sus profesores (muchos reciclados de carreras en declive) carecían de “episteme turística” y porque la multidisciplinariedad de los propios estudios acabaría por diluir su propia especificidad entre decenas de carreras. Esta circunstancia obliga a fomentar la verdadera especialización en los estudios de postgrado (máster y doctorado), como afirmaba Manuel Figuerola en una de las ponencias del XL Congreso Nacional y I Internacional de Escuelas de Turismo de Anestur de julio de 2004 organizado por la Escuela Superior de Turismo de Valladolid en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC): “Junto a las materias que tratan las ciencias económicas, desde la teoría a la política, se desarrollan otras materias que tienen que ver con los inventarios de recursos que existen en el territorio, o con las ciencias jurídicas y sociológicas. Ello supone, que el alumnado en poco tiempo se enfrentará con numerosas áreas del saber, sin casi capacidad para profundizar en su contenido.”

Logotipo del congreso celebrado en la UEMC de Valladolid en 2004

En la universidad -insiste Félix Tomillo Noguero en “Principios y Fundamentos de la Teoría del Turismo” (de 2007, revisado en 2013) perteneciente a los ‘apuntes del doctorado’ en Turismo de la Universidad Nebrija de Madrid- “Los neófitos y altaneros profesores harían una contribución científica, pero desde un prisma ciertamente no turismológico o teorológico; estudiaron lo turístico desde la óptica exclusiva y excluyente de la economía, la geografía, el derecho, la ecología, la sociología, etc., aislados del resto de la ciencia, lo cual pudo servir, en el mejor de los casos, para aumentar el conocimiento de sus disciplinas, pero no el conocimiento turístico. […] Y es que no es lo mismo construir ciencia desde el marco teórico multidisciplinar de la turismosofía o teorosofía (que es lo que se hizo hasta la incorporación de la universidad), que producir Turismo desde el ángulo unidimensional o monográfico de una disciplina (que es lo que se hizo después).”

Autores de producción científica desde las Escuelas de Turismo como Fernández Fúster, Fernández Álvarez, Arrillaga, Lavaur, Ortuño Martínez o el propio Figuerola “fueron víctimas del ostracismo” y solo sonaban a “nuevos docentes, no por lo que publicaron antaño durante la etapa de la escuela oficial, sino por lo que han publicado desde la integración de los estudios en la universidad”.

En esta apología de la construcción de un corpus científico propiamente turístico, Félix Tomillo Noguero concluía que “si la gente sabe lo que es el turismo, mejorarán, entre varias cosas más, el respeto y la valoración social de sus profesionales”. Para ello, es necesario, entre otras cosas, el uso riguroso de la terminología turística ya no solo en el ámbito educativo, sino también en el profesional, en la administración pública, etc. “El empleo del vocabulario especializado de las profesiones turísticas […] ilumina lo que es el turismo y lo rescata de la oscuridad, desarrolla la capacidad intelectual, científica y técnica, optimiza y universaliza la transferencia de conocimientos, crea espíritu, identidad e instituciones corporativas, pone orden en el ejercicio profesional, y defiende los intereses comunes tanto de quienes estudian Turismo (en formación profesional, en enseñanza superior de grado, o en enseñanza universitaria de postgrado), como de los profesionales de la industria, de los docentes, investigadores, etc.”

“La consabida endogamia de la universidad, sindicada con su manida prepotencia y engreimiento, cegó a la institución con el caramelo que le regaló el Gobierno socialista [el real decreto de 1996 se promulga dos días después de la derrota de Felipe González a manos de José Mª Aznar] y que el Gobierno popular no se atrevería después a reivindicar; la golosina consistía en resituar libérrimamente a aquellos profesores suyos cuya desubicación iba acreciendo a pasos agigantados, y cuyas funciones peligraban cada día más por el agotamiento del trabajo. El hecho es que una treintena de universidades públicas aprovecharon la dádiva o regalía para transvasar a esos docentes en riesgo de exclusión al claustro de una ludum aperire (‘escuela de nueva apertura’) o de una titulación de turismo, lanzadas a bombo y platillo, como si las universidades acabaran de inventar la educación superior en turismo. No importaba que una apertura tal sepultara alguna escuela privada –veterana, adolescente o niña– con la consiguiente irresponsabilidad de derrochar su sapiencia y recursos humanos, y de violar o quebrantar el patrimonio de sus titulares.”

De hecho, “el Real Decreto representaba –y nos afanamos por ser comedidos en la calificación– un empitonamiento mortal de necesidad. Y lo cierto es que medio centenar de escuelas deambularían como alma en pena por un corredor de la muerte; al final, los perdonados fueron menos de la mitad y las ejecuciones duraron más de un septenio.”

Logotipo de ANESTUR

Llegados a este punto, el lector puede estar ya cansado de escuchar críticas negativas sobre la incorporación de los estudios de turismo a la universidad y con toda la razón se puede preguntar cuál habría sido la mejor solución. Según Félix Tomillo Noguero, “nuestras universidades tendrían que haberse encargado de los estudios conducentes a la docencia e investigación del turismo (máster de formación de profesores, máster de formación de investigadores y doctorado) y nuestras escuelas tendrían que haber seguido guiando los estudios enfocados al ejercicio de las profesiones turísticas (grado, máster profesional y máster de formación de consultores).

Entre los cursos 2008-2009 y 2010-2011 se implantaron las titulaciones de grado en el marco del Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES), entre las que se encontraba el Grado en Turismo y otros grados afines (con el EEES ya no existe un catálogo cerrado de títulos). En relación a la situación de los estudios de turismo se preguntaba (y respondía) Félix Tomillo Noguero precisamente en 2010: ¿Va a remediar algo de eso el actual diseño del EEES español? Nada.