sábado, 26 de diciembre de 2015

Hospitalidad y hospitalidad turística: La hospitalidad como condición necesaria para el desarrollo local‏


Hoy presentamos el último artículo publicado de Félix Tomillo Noguero en diciembre de 2013 en la revista Hospitalidade. El texto es el contenido de la ponencia que expuso dos meses antes en el II Simposio Internacional de Investigación en Turismo, organizado por la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en Paipa, Boyacá.

Como anécdota simpática, cuando Félix Tomillo Noguero envió un correo electrónico anunciando esta publicación a mis hermanos y a mi nos advertía: "Podréis ver que solo soy Tomillo Noguero en la primera página, pues en el resto aparezco como Noguero. Eso es porque los brasileños, como los portugueses, colocan el apellido paterno en último lugar. Ya sabéis: cuando queráis publicar algo en publicaciones en portugués, comeros el segundo apellido antes de que ellos se coman el primero."

El artículo analiza la hospitalidad en general y la turística en particular a la luz de varias disciplinas (Filosofía, Ética, Religión, Derecho, Politología y Historia). Asimismo se estudia si la hospitalidad turística puede contribuir al desarrollo local e implantarse en cualquier comunidad, las aportaciones del turismo a las comunidades locales y las implicaciones del turismo comunitario.

Al título original del artículo ("La hospitalidad como condición necesaria para el desarrollo local") he añadido como antetítulo en esta entrada "Hospitalidad y hospitalidad turística" para llamar la atención del lector sobre las dos partes de este trabajo, que tienen entidad suficiente por sí mismas: el análisis profundo del concepto de hospitalidad, en primer lugar; y en segundo lugar las implicaciones de la hospitalidad en general y de la turística en particular para el desarrollo local.



La hospitalidad en "Abraham y los tres ángeles", de Juan Van der Hamen (1596-1631) 



Comienza Félix Tomillo Noguero por abordar el concepto filosófico moderno de hospitalidad y para ello se apoya en las "dos propiedades determinantes que muestra el universo hospitalario enfocado desde la demanda: 1.º Los recibidos son en mayor o menor grado débiles, indefensos, vulnerables, precarios, vacilantes; 2.º Los recibidos están fuera de su morada sensu stricto y por ello, aunque se hallen en una casa o habitación, carecen de intimidad o interioridad, o bien tienen una intimidad o interioridad insuficientes o deficientes." Es decir, que los demandantes (y receptores) de hospitalidad son "los colectivos de viajeros, peregrinos, pobres, enfermos, huérfanos, ancianos, migrantes, exiliados, refugiados, apátridas, presos, etc."

También compara la visión filosófica y eticista de la hospitalidad por parte de tres filósofos:

Immanuel Kant (1724-1804) califica la hospitalidad como un deber impuesto por la moral humana (no divina), actuando motu proprio de buena voluntad, no a causa de una obligación con los demás. Y declara que la hospitalidad es conjuntamente un deber sancionado por el derecho (el ordenamiento jurídico). El juicio de Kant es que la posesión de tierras, terrenos o territorios es un derecho compartido por todos, pues nadie originariamente tiene mejor derecho que otro a estar en ningún sitio. El hecho de poseer un espacio no faculta a excluir al que se desplaza hasta allí, a no ser que el forastero represente un peligro para la vida o la seguridad de quien lo recibe. Todos los seres humanos tienen derecho a presentarse sociablemente ante una comunidad distinta a la suya. Esta es la denominada hospitalidad universal de Kant, que se basa en el derecho de visita, que es lo que hay que satisfacer y no necesita de invitación. La hospitalidad se contrae a la mera admisión del viajero extranjero, a facilitar las condiciones necesarias para establecer la paz perpetua entre los Estados y los pueblos, y a intentar un intercambio, una operación comercial, un tránsito, un viaje… entre los extranjeros y los residentes.


Immanuel Kant



Emmanuel Levinas (1906-1995) no llega a la conclusión kantiana de que la hospitalidad sea un deber jurídico. Ni siquiera hace alusión al hecho turístico como expresión de hospitalidad. Es más: se opone a la conceptualización jurídica de la hospitalidad y ahonda en sus raíces más profundas: la Ética y la Teología. La Ética de la Hospitalidad de Levinas (que era judío) tiene, como mínimo, un doble trasfondo: la Alianza entre Yavé y Abrahán, que es un pacto de hospitalidad, y la Ley bíblica de la Hospitalidad. Para Levinas, la hospitalidad sin adjetivos calificativos refleja el vínculo social más fuerte y no hay cultura ni vínculo social sin un principio de hospitalidad. Aquel que es diferente a mí es un ajeno, el otro, sea conocido o desconocido. El encuentro con el otro cumple una función liberadora del yo que lleva a su realización. En estas circunstancias, el yo ha de abrirse de par en par al otro, tenerlo presente, sentirse responsable por él y, así, manifestar su donación, don o dádiva.


La casa es un conglomerado privilegiado de instrumentos decisivos para la vida del hombre que simboliza egoísmo, protección, calidez y gozo, hasta el punto de que normalmente se nota su falta cuando se viaja, sintiéndose una pérdida de autonomía y padeciendo nostalgia. Levinas introduce además su controvertida categoría de lo femenino (no del sexo, sino del estilo), la originaria experiencia de encontrarse acogido, vivencia cálida, perfectamente evidenciada en la relación madre-hijo. El estilo femenino es inherente a la caracterización de la casa. Levinas valora el claustro materno como la casa fundadora de la hospitalidad y el origen de la vida humana. En la noción de casa, hay una idiosincrasia femenina con elementos singulares que pertenecen y desarrollan tanto el varón, como la mujer.

Emmanuel Levinas

Por su parte, Jacques Derrida (1930-2004), también judío y contemporáneo de su amigo Levinas, es igualmente eticista de la hospitalidad; incluso va más allá: «la hospitalidad no es una región de la Ética […] es la eticidad misma, el todo y el principio de la Ética». Derrida rebate a Kant argumentando que la tolerancia es cualquier cosa menos una exigencia moral y políticamente neutra; pero, pasmosamente, toma de Kant sus medios con los que desbordarle yendo más allá, mediante el procedimiento de convertir la tolerancia en hospitalidad. Derrida fundamenta la tolerancia en el concepto cristiano de la caridad (en una línea tenue entre integración y rechazo). Dictamina que las implicaciones problemáticas de la tolerancia arrancan a partir del proyecto kantiano de aparcar la religión dentro de las fronteras de la razón, a fin de contrarrestar su potencial irracional. Y que, «hoy en día, como se tiene la fuerte impresión de que la alegación religiosa se encuentra en el corazón de la violencia (dicho de manera deliberada para evitar las palabras equívocas y confusas de guerra y de terrorismo), se recurre a la buena y vieja palabra tolerancia: que los musulmanes acepten vivir con judíos y cristianos, que los judíos acepten vivir con musulmanes, que los creyentes acepten tolerar a los infieles o a los non-believers [‘no creyentes’] (esta es la palabra que utilizaba Ben Laden para denunciar a sus enemigos, en primer término a los norteamericanos).

La paz consistiría en la cohabitación tolerante, aunque la historia del concepto de tolerancia enseña que ella siempre se posiciona del lado del más fuerte, por lo que Derrida en el fondo reivindica la hospitalidad como disyuntiva a la práctica de la tolerancia, siendo la hospitalidad la única obligación que cada hombre tiene con el otro. Así, la tolerancia es en realidad una "hospitalidad condicional", un estado imperfecto de la hospitalidad en la que ésta está escrutada, sometida a vigilancia, es avara y celosa de su soberanía. Por el contrario, la hospitalidad pura o incondicional no consiste en una invitación y menos aún en una invitación sin nobleza de espíritu y codiciosa. Con la hospitalidad pura no hay preguntas ni juicios identitarios, se corren riesgos y cualquiera puede entrar en nuestras vidas, aunque no se le espere y aunque sea absolutamente extraño, inidentificable, imprevisible, cabalmente otro. 

Derrida reconoce que este tipo de hospitalidad es una utopía sin restricciones que denomina "hospitalidad hiperbólica" y que supera en exceso todas las expectativas que determinan los límites de lo razonable. Félix Tomillo Noguero se pregunta en este punto si son salvables los obstáculos más espinosos que ha de franquear la hospitalidad cuando, por ejemplo, los extremistas levantan el muro de la inshospitalidad ante los que no piensan o actúan como ellos y actúan con violencia (esta sí materializada en guerras o terrorismo). Políticamente, la convivencia con el violento resulta impracticable, "pero la hospitalidad hiperbólica nos exhorta y conmina a ver la agresión potencial desde una atalaya ética".


Jacques Derrida



El artículo continúa abordando la hospitalidad desde más puntos de vista. En el epígrafe "El otro, la otredad, el alter ego, la alteridad..." explora diversos conceptos para analizar las partes (anfitrión y huésped) y el todo que constituye la hospitalidad. Posteriormente, Félix Tomillo Noguero nos habla de las clases de hospitalidad, de casos ejemplares, de grados de hospitalidad (Xenophobia, Philadelphia, Philoxenia y Xenomanía), de los requisitos para su existencia, de la hospitalidad contemporánea, concluyendo la primera parte con un breve pero interesante análisis de la trascendencia intangible de la hospitalidad.

En la segunda parte se analiza la hospitalidad turística como valor necesario para que exista desarrollo local. Así, Félix Tomillo Noguero afirma que "la hospitalidad turística y, por lo tanto, el turismo es causa necesaria, indispensable para desencadenar primero e incrementar después el desarrollo en cualquier comunidad local." Describe cuáles son los requisitos para que el turismo o la hospitalidad turística pueda originarse en cualquier comunidad, de manera que pueda surgir "el horizonte de crecer y de progresar." Aunque también es consciente de que "el turismo no es la panacea para resolver los problemas de las comunidades locales", así como que cada comunidad tiene un grado de potencialidad turística distinto.

El desarrollo local es el proceso –generalmente planeado o planificado– que identifica recursos y potencialidades endógenas en las que pueda apoyarse la transformación global de una comunidad local y de su territorio con el fin último de satisfacer las necesidades básicas, acceder al conocimiento y demás recursos necesarios para vivir con dignidad, mejorar las condiciones de vida y el respeto a los derechos humanos, civiles y políticos de la población, así como aprovechar la nueva situación para construir su propio destino.

El turismo tiene mucho que aportar al desarrollo local. Por una parte, es bueno para éste que se base "en empresas que inviertan más en mano de obra intensiva que en capital intensivo", como las empresas del sector servicios y, en especial, las turísticas. También "el turismo puede presentar un efecto multiplicador positivo porque sus proveedores son de multitud de sectores, así como un futuro incomparablemente prometedor, según la OMT". Es también un sector estratégico para la mujer, ya que favorece la igualdad y su empoderamiento. En los primeros estadios del desarrollo turístico, además, la exigencia de cualificación profesional es baja, por lo que prácticamente todos los miembros de la comunidad pueden emplearse en el mismo. "Como la actividad turística favorece cualitativa y cuantitativamente a las comunidades en vías de desarrollo a la hora de generar puestos de trabajo, adquiere la categoría de acción estratégica y debe ser prioritaria (aunque no única) dentro de la plétora de planes de desarrollo local."


Programa de turismo rural comunitario "Rutas" en Bolivia, Ecuador y Perú.



Para las comunidades en vías de desarrollo hay actualmente tendencias o modalidades de turismo que pueden encajar perfectamente en el marco de su desarrollo local, como el turismo de experiencia, el slow travel, el pro-poor tourism o turismo en favor de los pobres, y el turismo creativo. Por último, Félix Tomillo Noguero hace mención al denominado turismo comunitario, que amparado por la OMT, "se fundamenta en la confección de productos turísticos con la participación de la comunidad local, constituye una estrategia para la organización interna de la comunidad y un subsistema interconectado con otros subsistemas imprescindibles para la comunidad (educación, salud, medio ambiente...)"

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