sábado, 17 de octubre de 2015

La Controversia de Valladolid: controversia de la Humanidad (II)


Decía Félix Tomillo Noguero que para poder tratar cualquier tema con un mínimo rigor es fundamental documentarse bien consultando fuentes diversas y de fiabilidad contrastada. No deja de ser una obviedad, desde luego, pero él insistía en una premisa que con la facilidad de acceso que actualmente tenemos a ingentes cantidades de información es, si cabe, más importante. Sabemos que muchas veces se trata de una tarea ardua y casi infinita, pero en cualquier caso la búsqueda de la verdad es la que ha de guiar nuestros pasos por el camino del rigor y la ética aunque nunca lleguemos a tener la absoluta seguridad de saber si hemos llegado a nuestro destino.

Escribí la entrada "La Controversia de Valladolid: controversia de la Humanidad (I)" apoyándome en diversos artículos en Internet allí citados, así como en algunas notas de mi propio padre. Tras la publicación, un amigo historiador me facilitó una selección de bibliografía sobre este hecho (que también podéis encontrar en dicha entrada) y he tenido la oportunidad de leer uno de los libros que más me recomendó y que a su vez recomiendo: "El amanecer de los derechos del hombre. La Controversia de Valladolid" (Ed. Encuentro, 2009) del hispanista francés Jean Dumont. Por ello, me permito la licencia de escribir una segunda parte en este blog con el permiso de Félix Tomillo Noguero, convencido de le gustará leerla allá donde esté.

Con esta segunda entrada no trato de rectificar nada de la primera, sino de aportar un punto de vista diferente sobre los hechos -novedoso para muchos, probablemente- para que cada cual pueda conocer y valorar los mismos en su justa medida.

El libro de Jean Dumont es fascinante y especialmente recomendable no solo por el análisis de la propia Controversia de Valladolid, sino porque relata con innumerables referencias documentales el contexto histórico en el que ésta tiene lugar, desde el descubrimiento de América hasta la influencia de las tesis de sus protagonistas en los años y siglos posteriores.


En esencia, dice J. Dumont, la Controversia de Valladolid "fue un examen de conciencia religioso preparado por un monarca [Carlos V] tan vicario apostólico como plenamente evangelizador a la luz de sus responsabilidades, más aún espirituales que temporales. Un caso único en la historia. Porque claramente los ingleses, holandeses y franceses no se cargaron con escrúpulos semejantes."

Empezando por el principio, podemos apuntar que la primera defensora de los indios fue la reina Isabel la Católica que pidió en su testamento que "no consientan ni den lugar a que los Indios vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme ganadas y por ganar reciban agravio alguno de sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados. Y si algún agravio han recibido lo remedien y lo provean". Años antes prohibió todo tipo de esclavitud de los indios, reaccionando a las pretensiones que en este sentido tenía el mismísimo Cristóbal Colón y promulgando cédulas y órdenes directas que dejaban a las claras que los indios eran hombres libres, súbditos naturales de la Corona de Castilla como los españoles. Es más, debían ser protegidos y retribuídos mediante salario razonable en sus trabajos. Esta idea de la protección unida al proceso civilizador y evangelizador de las comunidades indias dio lugar a la constitución de las encomiendas entre 1503 y 1504, en las que una "persona buena" gobernaba y civilizaba a los indios protegiéndoles contra "los posibles abusos físicos, financieros o comerciales perpetrados por los españoles". Isabel tampoco desdeñó la protección sanitaria, la seguridad social y se crearon así los primeros hospitales-hospicios que daban servicio tanto a los indios como a los españoles.

Pero la muerte de Isabel en 1504 abrió en España un largo periodo de inestabilidad y desgobierno en el que proliferaron los abusos y provocaron la convocatoria por parte de Fernando el Católico de una antesala de la Controversia de Valladolid. La Junta de 1512, también reunida en Valladolid, supuso una primera crisis de conciencia aireada por los sermones del dominico Montesinos en Santo Domingo y por los relatos del padre Córdoba. Ambos testimonios provocaron la reflexión y posterior promulgación de las Leyes de Burgos y las Leyes de Valladolid en 1513. Esta regulación fortaleció la figura de las encomiendas responsabilizando a sus titulares y ahondando en los derechos y deberes tanto del encomendero como de los indios. Incluso abrían también la posibilidad a una libertad india plena fuera de las encomiendas "a los indios que se consideraba capaces de vivir políticamente en sus propios pueblos".

La colonización, conquista o descubrimiento de América por parte de los españoles supuso sin duda alguna y al margen de las atrocidades que no vamos a negar que se cometieron, un panorama de civilización y progreso en todos los sentidos. Resulta complicado desde nuestra perspectiva actual identificar con absoluta claridad a los "hombres buenos" de aquella época, pero con el tiempo se ha reparado en algunas figuras sobresalientes. Tal es el caso del obispo Vasco de Quiroga en México, que la propia Unesco reconoce como uno de los iniciadores de este progreso económico, social y cultural.

Vasco de Quiroga en el mural del maestro Alfonso Villanueva en la entrada a Uruapan, Michoacán (México). 1995

Otro personaje reconocido es el dominico Francisco de Vitoria, considerado un maestro de la teología moral y del derecho internacional, cuyo pensamiento evolucionó de la condena sin reservas de la apropiación de los reinos indios y la aprehensión de sus riquezas por parte de los españoles, al rechazo del "abandono por completo de la administración de aquellas provincias [americanas]". Sus Relecciones De Indis de 1539 son consideradas como un auténtico tratado de colonización por su equilibrio y por el establecimiento de justas relaciones entre las naciones y sus habitantes. Dice Vitoria, por ejemplo, que no es lícito imponer la fe, hacer la guerra, ni apoderarse de los bienes de los indios; pero también promulga el derecho de evangelización de los cristianos por el que si los jefes o el pueblo se lo impiden "los españoles pueden, tras un requerimiento previo, predicar contra su voluntad. Y si es necesario, aceptar por ello la guerra, o declararla, hasta que obtengan la seguridad de la predicación". La negación de la donación pontificia a los reyes católicos que otorgaba legítimo derecho de ejercer el imperio sobre las Indias Océanas y su, por contra, única consideración de tener la "obligación en exclusiva de predicar la fe", provocaron la ruptura del emperador con Vitoria.

Precisamente este hecho acerca a Carlos V aún más a Bartolomé de las Casas, que no duda de la donación pontificia en su valor fundamental y es partidario de una evangelización pacífica sin el concurso de los colonos. Tan es así que en 1542 el emperador, cuya crisis de conciencia se hace evidente rondando por su cabeza el abandono de las Indias, convoca una nueva junta especial monopolizada y hábilmente manipulada por las Casas. De ésta nacen las Leyes Nuevas y con ellas se pone fecha de caducidad a las encomiendas. Sin embargo, frente a la postura del propio las Casas que defendía su inmediata supresión, Carlos V promulgó su desaparición cuando murieran sus titulares. Según J. Dumont "era el error más grande que se podía cometer en América", pues se produjeron alzamientos firmes pero pacíficos en México y con las armas y la violencia en el Perú. El emperador, que "se había apartado de la realidad por completo", reaccionó a tiempo y anuló entre 1545 y 1546 las Leyes Nuevas en lo concerniente a la supresión de las encomiendas. Las Casas fue alejado de la corte con su nombramiento como obispo de Chiapas en esos años, pero hubo de retornar a España apenas un año después "de forma precipitada y definitiva" rechazado por los propios religiosos mexicanos.

La encomienda estaba en esos años plenamente instaurada y gozaba de buena salud. Un especialista en esta institución como Silvio Zavala escribía que "la defensa de la propiedad de los indios coincidía entonces con el interés del encomendero, y éste, de buen grado, reconocía el derecho de propiedad indígena". Y añade que "desde el punto de vista de la propiedad perteneciente a los vasallos, se observa en los señoríos y encomiendas de Indias una protección que mejora el derecho limitado de los labradores medievales" en Europa.

Las encomiendas, por otra parte, que eran concedidas por el rey para un máximo de tres generaciones primero por los grandes conquistadores como Cortés y Pizarro -o descubridores, como se les denomina desde la promulgación de las Leyes Nuevas- y después por las Audiencias y virreyes, "representaban el reembolso del precio de costo de la Conquista a las manos de los que la habían pagado con sus propios dineros y esfuerzos sin que nada costara a la Real Hacienda".

Moctezuma recibe a Hernán Cortés en Tenochtitlán.

Llegando ya a los albores de 1550 y en una situación aparentemente estable, ¿por qué se convoca la Controversia de Valladolid? Explica el historiador francés que por una parte se plantea hasta cuándo ha de continuar el proceso del Descubrimiento o la Conquista impulsando el prestigio de los conquistadores y pagando la deuda con la correspondiente concesión de las encomiendas "con la espada de Damocles de la posible formación de un feudalismo americano capaz de oponerse a la voluntad del rey de España". El Consejo de Indias, por otra, y espoleado una vez más por los Avisos del incansable las Casas, formuló una petición para que se reuniera una junta que tratara cómo podrían ser conducidas las conquistas en América justamente y con seguridad de conciencia. Y finalmente, el emperador Carlos V, que por esos años "se inclina más que nunca a reducir sus compromisos con América y ante todo a detener la expansión americana que puede hacerse más incontrolable que nunca tras el restablecimiento de las encomiendas al que se había visto obligado".

Jean Dumont realiza un exhaustivo análisis de los dos contendientes de la Controversia de Valladolid convocados por Carlos V, descubriendo con pruebas documentales la verdadera personalidad de cada uno de ellos.

De fray Bartolomé de las Casas ya hemos descrito en términos generales su postura. Sin embargo, en muchas ocasiones los hechos no acompañaban sus dichos. Ángel Losada, a quien se debe la publicación de numerosos textos del monje dominico desconocidos hasta entonces, habla de su carácter "complejo" y del "error de muchos historiadores que han pretendido hacer de su nombre un banderín de un pro o de un contra". Su defensa infatigable de los indios con "rigor extremo" en muchas de sus denuncias y reclamaciones, se pone en entredicho con continuas exageraciones y contradicciones.

Podemos mencionar, como ejemplo, su currículum esclavista. Si bien es cierto que las Casas "se irá arrepintiendo progresivamente de su colaboración activa en la esclavitud de los negros", no es menos cierto que antes de la propia Controversia "había sido un promotor de la introducción de esclavos negros en América". A éstos les consideraba ingenuamente una especie de subhombres por el "muy gran calor" que sufren sus lugares de origen. Ya en su juventud en Sevilla las Casas contó con un esclavo indio y en México utilizó varias docenas de indios como porteadores sin remuneración alguna.

Otra gran contradicción es su ataque total a la institución de la encomienda cuando resulta que, por ejemplo, en 1540 se ayudó de caciques indios de las encomiendas y del conquistador Alvarado para la "pura evangelización religiosa" de la futura Vera Paz de Guatemala, proponiendo finalmente a un encomendero para su posterior administración.

Bartolomé de las Casas

El maestro medievalista Menéndez Pidal afirma poder explicar todos los aspectos de las Casas en función de su "doble personalidad" paranoica. Por su parte, el historiador jesuita Carmelo Sáenz de Santa María afirma que "nos queda mucho por hacer para llegar hasta el fondo de una personalidad tan rica y complicada, sin que esto nos obligue a formar entre sus panegiristas o sus detractores. [...] Creo que ni, en el ambiente profético en que se movía, hay que tomar sus expresiones en un sentido literal, ni podemos estudiar sus escritos dejando a un lado sus actitudes humanas".

Otro aspecto de gran interés en el análisis de los protagonistas de la Controversia hace referencia a su origen. Bartolomé de las Casas nace en una familia de judíos conversos lo que según J. Dumont produce "una inquietud permanente y una puesta en tela de juicio de la contribución española en América, vista como una de esas persecuciones contra hombres distintos a causa de su raza y su religión, que los judíos son conscientes de haber sufrido y seguir sufriendo". En contraposición, Ginés de Sepúlveda "es un cristiano viejo, realmente autóctono de España".

Sepúlveda, aunque de origen humilde, "se encumbrará después sólidamente en la cultura y la sociedad gracias al ya muy extendido sistema tutelar de becas universitarias". Doctor en humanidades, filosofía y teología, experto en griego y latín, amigo y protegido del papa Clemente VII, entra incluso en liza con Lutero y con Erasmo. Su relación con Carlos V se fragua en varios encuentros, el más determinante quizá la presentación ante el emperador de su libro Exhortación a la guerra contra el turco, "primera gran pieza de la teoría de la guerra justa de Sepúlveda". En 1535 escribe una Crónica de la conquista de Túnez lograda por Carlos V y éste acaba nombrándole cronista imperial. En la corte de Valladolid ejerce su función, además, de capellán y confesor del emperador. En 1542 es nombrado preceptor de su hijo Felipe, el futuro rey Felipe II.

En 1535 también publica el Democrates primus, o de la conformidad de la milicia con la religión cristiana, un tratado cristiano acerca de la guerra justa donde su protagonista (Demócrates) "responde a todas las afirmaciones de los objetores de conciencia y ataca con dureza al movimiento pacifista en cuanto a la teoría y a los hechos". El conquistador Cortés, ya en su retiro en España, sugirió a Sepúlveda junto al cardenal-arzobispo de Sevilla García de Loaísa que escribiera un tratado-diálogo en el mismo sentido, pero referido a las guerras justas de América. Lo hizo entre 1544 y 1545 (Democrates alter, o de las justas causas de la guerra contra los indios) y a pesar de contar con la aprobación del emperador y sus Consejos reales, diversas vicisitudes tras las que se encontraba el censor las Casas impidieron su publicación.

Juan Ginés de Sepúlveda

En la Controversia de Valladolid tuvieron ocasión de verse las caras los dos "campeones-confesores", como los denomina J. Dumont. Sus posturas, en esencia, se pueden deducir fácilmente en la relatado hasta ahora: frente a la postura lascasiana de una evangelización totalmente pacífica y respetuosa con la libertad de los indios, sin más, la sepulvedana del uso de la fuerza o "guerra justa" para lograr su evangelización y civilización. Y el balance final según el historiador francés -que no es el único que llega a esta conclusión- es que "Sepúlveda venció holgadamente", aunque también aclara que "no significa que, en el fondo, [las Casas] no haya tenido razón alguna vez, especialmente si se adoptan criterios de hoy". 

La conclusión se apoya en innumerables hechos posteriores a la Controversia; hechos que demuestran que las tesis de Sepúlveda eran las únicas viables para garantizar el éxito evangelizador de los descubrimientos o conquistas y para asegurar la civilización y prosperidad de América y sus habitantes. Volviendo a la Vera Paz de Guatemala, su evangelización confiada por las Casas casi en exclusiva a los religiosos "fue una cosa muy hermosa" hasta que en 1555 "se hundió en un baño de sangre de los ataques lanzados contra ella por los indios lacandones, que no dudaron en ofrecer a sus dioses a los catecúmenos como sacrificio humano". Los dominicos tuvieron que acudir a los conquistadores para poder sobrevivir y salvar a los indios convertidos.

Precisamente uno de los puntos en los que Sepúlveda justificaba el uso de la fuerza (al igual que lo hacía Francisco de Vitoria) era la existencia de sacrificios humanos y la antropofagia en muchas tribus indias, como los aztecas, incas, mayas, chibchas, payaguas, caribes, guaraníes, o los araucanos, por citar solo unas pocas. Las Casas decía que estos sacrificios "expresan la profunda religiosidad de los indios y deben ser respetados como tales".

Sepúlveda exigía, por otra parte, "que toda guerra, aunque sea justa, esté sometida a una serie de limitaciones en lo que respecta a la protección de la populación inocente", formulando además principios -según Losada- "que hoy se aceptan como normativos: la autodeterminación, la no-intervención, la solución pacífica de toda controversia, [...] la cooperación internacional para el desarrollo". Dumont afirma que con el sometimiento de los indios exigido por Sepúlveda se van a respetar y promover estos principios en cuanto al desarrollo, la cooperación, la paz y el respeto al otro. Esta "aportación de humanidad" -continúa- "ha salvaguardado en América la promoción civilizadora, social y humana de la ley natural". La acción civilizadora de la evangelización erradicó los sacrificios humanos, la antropofagia, las opresiones y las matanzas intertribales; y "del mestizaje físico y mental ha surgido un pueblo nuevo, que tiende a aglutinarse, instintivamente más proclive a la fraternidad y al progreso". Así se manifestó también Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, mexicano hijo de un mestizo de indio, que afirmó que desde "la segunda mitad del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, la Nueva España fue una sociedad estable, pacífica y próspera".

Tumba de Hernán Cortés en el Templo del Hospital de Jesús (Ciudad de México), fundado por él mismo.

Una conclusión realmente reveladora a la que llega el historiador francés es que no se puede decir lo mismo de África, donde "una evangelización puramente religiosa, como la deseaba las Casas, ha resultado ser más superficial. Ha permitido que subsista en todas partes el substrato tribal, con sus opresiones y sus matanzas. En todas partes las etnias africanas dominantes tienden a monopolizar el poder en beneficio propio. Y el país más católico de África, Ruanda, conserva la práctica de las multitudinarias matanzas intertribales con todo el horror que conocemos". En la misma línea se manifiestan los misioneros padres blancos y hermanas del Sagrado Corazón en Uganda: "No sirve de nada predicar los valores cristianos a un pueblo que no conoce la paz. Lo primero es conseguir que cesen los enfrentamientos; el resto vendrá después."

En definitiva, como hemos visto, la Controversia de Valladolid, además de sentenciar una vez más que los indios no eran seres inferiores, planteó la cuestión fundamental sobre si el fin justifica los medios. Al menos los españoles tuvieron conciencia suficiente como para cuestionárselo, a diferencia de otras potencias coloniales. Desde nuestra perspectiva actual sabemos a grandes rasgos cómo ha sido el fin y qué medios se han utilizado para lograrlo, y cada uno de nosotros tendrá una opinión -supongo que mayoritaria- al respecto. Entonces, en el siglo XXI ¿cómo ha de actuar la comunidad internacional ante las carnicerías de las tribus africanas?, ¿debemos detener la barbarie del Estado Islámico exclusivamente con el diálogo?. La Controversia de Valladolid continúa siendo la Controversia de la Humanidad.

A mi padre, Félix Tomillo Noguero.

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